Ezra Pound da cuenta en The Cantos de su interés por los ideogramas y los textos clásicos chinos. Un fervor similar puede encontrarse en Henri Michaux (Un barbare en Asie, Idéogrammes en Chine) o en Juan L. Ortiz, sobre todo, luego del viaje de Juanele a China en 1957; ahí están como muestra sus “poemas chinos”. Precisamente Poemas chinos lleva por título el libro que Alberto Laiseca, haciendo uso del apócrifo, publicó en la segunda mitad de la década de los ’80. En esta serie –mucho más amplia, desde ya- de escritores occidentales atraídos por la cultura china y su literatura, se inscribe el poeta Omar Morgante con la aparición de La China.
Un conjunto de tópicos -que son, en verdad, algunas de las obsesiones de Morgante desde sus poemas más tempranos- le dan a La China una entonación oriental: la referencia constante a la naturaleza, la idea de devenir, de fugacidad de las cosas que nos rodean, la mención de las estaciones del año como símbolo del carácter cíclico del tiempo. Asimismo, el empleo de nombres propios, la alusión a la leyenda o el homenaje a Li Po, el célebre poeta chino del siglo VIII. Pero el tema que se impone, el que recorre los poemas de La China, es el amoroso. El amor en el sentido primero de la poesía lírica: el dulce-amargo que cantó Safo. El emperador Hung Taiji y Mei Ling, su amante predilecta, tensan la cuerda amorosa que atraviesa estos poemas cargados de imágenes potentes y de una extraordinaria sutileza.
Carlos Cavalchini
Ezra Pound da cuenta en The Cantos de su interés por los ideogramas y los textos clásicos chinos. Un fervor similar puede encontrarse en Henri Michaux (Un barbare en Asie, Idéogrammes en Chine) o en Juan L. Ortiz, sobre todo, luego del viaje de Juanele a China en 1957; ahí están como muestra sus “poemas chinos”. Precisamente Poemas chinos lleva por título el libro que Alberto Laiseca, haciendo uso del apócrifo, publicó en la segunda mitad de la década de los ’80. En esta serie –mucho más amplia, desde ya- de escritores occidentales atraídos por la cultura china y su literatura, se inscribe el poeta Omar Morgante con la aparición de La China.
Un conjunto de tópicos -que son, en verdad, algunas de las obsesiones de Morgante desde sus poemas más tempranos- le dan a La China una entonación oriental: la referencia constante a la naturaleza, la idea de devenir, de fugacidad de las cosas que nos rodean, la mención de las estaciones del año como símbolo del carácter cíclico del tiempo. Asimismo, el empleo de nombres propios, la alusión a la leyenda o el homenaje a Li Po, el célebre poeta chino del siglo VIII. Pero el tema que se impone, el que recorre los poemas de La China, es el amoroso. El amor en el sentido primero de la poesía lírica: el dulce-amargo que cantó Safo. El emperador Hung Taiji y Mei Ling, su amante predilecta, tensan la cuerda amorosa que atraviesa estos poemas cargados de imágenes potentes y de una extraordinaria sutileza.
Carlos Cavalchini
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Omar Morgante publicó El estruendo rasante (Editorial Nusud), La lámpara y el otoño (Ediciones del Dock), Cucharas de plata (Alción Editora), Esplendor de la esferas (Ediciones del Dock), Kalaikus (Ediciones del Dock), La zona (Alción Editora), Campo adentro (Ediciones del Dock), La china (Ediciones del Dock) y El gran pez (Edición independiente).